20 mar 2013

PRIMER HRISTO


“Mi carrera ha sido una sucesión de altibajos; por eso me gusta el número 8, es mi número de la suerte, representa el símbolo de infinito, ni principio ni fin; a veces estás arriba, otras veces abajo... así es la vida.”

Desde que era un crío, a Hristo Stoichkov le gustaba mucho la película de Vsichko e Iyubov, del año 1979. “Es la mejor película del cine búlgaro: esta película ha influenciado mi carrera en muchos sentidos”. Por un lado, medio mundo alucinaba con las paradas de Stallone y las gambetas de Pelé en "Evasión o Victoria"; por otro, la Daga Búlgara y demás camaradas se forjaban en el humo de la noche, en las fragancias del alcohol y en el cine de vanguardia del este. Dale al play, Kiriakov.

“Nunca lo he negado. He bebido mucho, fumado, he salido toda la noche; pensaba que era lo normal en la gente joven, hasta que un día me dije: si quiero convertirme en futbolista tengo que parar, porque no soy bueno en nada más. Por tanto, solo tenía dos caminos para mí: o me convertía en mafioso o en futbolista.”

Tras pasar por varios equipos amateurs, este prodigio se transformó durante su etapa de cinco años en el CSKA Sofía: unos meses después de debutar, Hristo vivió uno de sus momentos más duros cuando le dejaron sin ficha el 9 de junio de 1985. Después de jugar la final de la Copa de Bulgaria, el CSKA y el Levski fueron disueltos, los jugadores castigados y “estaba en medio de esa polémica... inhabilitado de por vida (con gesto de mafioso siciliano que no entiende nada): no era más que un crío, tenía 20 años, imagínate lo que me pasaba por la cabeza... ¿Qué había hecho yo para que se me prohibiera jugar al fútbol? Vale que había empujado a un jugador del Levski, pero el castigo era desproporcionado.” El Partido Comunista Búlgaro promulgó un decreto, argumentando que los equipos se habían comportado de una manera incompatible con los valores del socialismo. El decreto no se consolidó, por lo que el futuro balón de oro pudo seguir el camino de las estrellas.

El salvaje delantero fue formando una familia en la selección y en el CSKA, vestuarios donde se repartían hostias y besitos por igual. En el Campeonato de Liga búlgaro de 1989 Stoichkov hizo cuatro goles al Levski Sofía, el eterno rival. La siguiente vez que se enfrentaron, a Hristo le hizo mucha ilusión elegir el dorsal 4 en lugar del 8. ”La gente no lo entendía, todo el mundo estaba sorprendido, y me preguntaban: ¿Cuál es el motivo? Yo les decía que era porque le había marcado cuatro al Levski, sólo por eso.” Las convocatorias y citas de la selección apaciguaban esa rivalidad nacida en la mente, pero expresada desde el corazón entre ambos equipos. Sin embargo, cuando se juntaban Kostadinov, Iordan Letchkov, Kiriakov, Krassimir Balakov y compañía, todas las conciencias se unificaban con el propósito de saciar el hambre de victoria que existía en Bulgaria.

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