"Sí, mirad al rival!
Nos acarician porque vamos a morir!
Mirad el jodido ritual!
Ahí está su roce en el hombro, su compasivo soplo al delantero local que se lamenta en el suelo!"
Y por ahí va también el ánimo de Zé Castro al sacar de banda en el minuto 72, ese gesto siniestro y desesperado.
Y ojo, ojo a nuestros mártires que caminan cansados, una vez más, en este estadio que en silencio se desploma sobre las tinieblas, a veinte minutos para el final.
Sus manos intentan asir una escalera que no existe, y la noche suda y con ella el guardia Bergantiños en su garita. Cuando el balón es acero. Cuando dices Assunçao, Salomao, Evaldo y ves un destacamento cartaginés extrañado en el desierto.
Con el 0-3, una estatua de Manuel Pablo sale disparada desde la grada de Pabellón y se cae brutalmente en medio del campo, soltando miles de pedazos que son engullidos por una ciudad que se siente atropellada y salvaje.
No, no podía ser de otra manera, teníamos que acabar mal con Portugal, y echar de menos a Oltra...
Eh! Espera! No es aquel su espectro, fumando sin moverse en la esquina de Tribuna Superior?
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